Nuestro inconsciente es como el disco duro de un ordenador, graba absolutamente todos los detalles de cada situación que vivimos cotidianamente. Es nuestro inconsciente intuitivo y emocional, que procesa y almacena entre un 95% y un 97% de todos los estímulos sensoriales percibidos, es decir, graba prácticamente toda la información del entorno externo (luz, sonidos, imágenes, olores, sabores) y del entorno interno (pensamientos, sensaciones corporales, sentimientos) sin que seamos conscientes de ello.

Por tanto, solo entre un 5% y un 3% de nuestro devenir cotidiano está mediatizado por mecanismos conscientes.

Nuestra mente inconsciente nos conecta con nuestra biología, es decir, reacciona biológicamente gracias a los programas evolutivos que nos han permitido sobrevivir sin conciencia. Por tanto, su única prioridad es protegernos, garantizar la supervivencia del individuo y de la especie. Esto significa que nuestra mente inconsciente, en base a toda esa información almacenada, reacciona biológicamente ante situaciones que evalúa como estresantes, amenazantes o peligrosas, donde la respuesta debe ser rápida y lo más precisa posible, disparando mecanismos automáticos de respuesta que han evolucionado durante millones de años. La neurociencia ha demostrado que el tiempo de reacción del inconsciente es de 200 milisegundos, mientras que el tiempo de respuesta de nuestra mente consciente es de 400 milisegundos. El neurólogo John-Dylan Haynes, tras investigar la actividad eléctrica del cerebro cuando se pedía a un grupo de voluntarios que decidieran si querían apretar un botón con la mano derecha o con la izquierda, afirma que parece ser que “nuestras decisiones están predeterminadas inconscientemente mucho tiempo antes de que nuestra propia conciencia las ponga en marcha”. El Dr. Haynes y su equipo, localizaron con total precisión señales concretas de actividad cerebral hasta 10 segundos antes de que los participantes se dieran cuenta de su propia elección. Concluye que parece ser que se produce un procesamiento inconsciente en el cerebro, en el sentido de que “en el cerebro ocurre algo que prepara tu decisión, te conduce hasta ella e influye en la manera en que tu mente consciente elige”.

Para comprender como funciona nuestro inconsciente debemos que tener presentes 4 características importantes:

Para nuestra mente inconsciente real y simbólico es lo mismo. Nuestro inconsciente no distingue lo real de lo virtual o simbólico. Cuando imaginamos que mordemos un limón, en nuestro cerebro se activan el mismo grupo de neuronas y las mismas conexiones neuronales que cuando mordemos realmente el limón y nuestros sentidos experimentan las mismas sensaciones. El ser humano tiene una gran capacidad de imaginar, utilizamos la conciencia para desplazarnos en el tiempo, recordar el pasado y viajar al futuro. En cambio, nuestra mente inconsciente no puede separar lo que ocurre de lo que imaginamos que ocurre. Por ello, cuando evocamos un recuerdo doloroso revivimos el mismo malestar e idénticas sensaciones corporales, pensamientos y sentimientos que experimentamos durante ese episodio en el pasado. Es por esto que podemos trabajar eficaz y rápidamente en consulta con herramientas como la visualización, la imaginación o el aporte de recursos.

Nuestra mente inconsciente es inocente, no juzga lo que está bien o mal, se activa a través de la memoria emocional, es como una alarma que nos indica que estamos en peligro y su único objetivo es protegernos. No interpreta, no razona, no justifica, no analiza, sólo registra y almacena todos los datos, para el inconsciente todo es verdad, todo es experiencia. Gracias a esta propiedad de nuestro inconsciente podemos acompañar al cliente en consulta para que tome conciencia y comprenda el sentido y el para qué de sus conductas, comportamientos, pensamientos y emociones.

Para el inconsciente el tiempo no existe tal como lo entendemos conscientemente. Para nuestro inconsciente solo existe el presente. Una experiencia vivida con emoción queda grabada y fijada en el espacio-tiempo con todos su detalles, los recuerdos emocionales y los traumas quedan congelados en el tiempo, como una fotografía, gracias a la actividad de dos importantes estructuras arcaicas de nuestro cerebro: la amígdala y el hipocampo. Esto nos facilita en la consulta trabajar en presente lo que ha quedado “enquistado” o inconcluso en el pasado.

El otro no existe. Para el inconsciente todo es yo. Esto se explica gracias al descubrimiento de las neuronas espejo que nos permiten experimentar las acciones, emociones y sensaciones de los demás como si nos estuviera pasando a nosotros mismos, hacemos nuestros los problemas y dificultades de los demás. Esto es importante para que la persona tome conciencia de qué información de los demás (también de sus ancestros, basándonos en investigaciones y conclusiones provenientes de la física cuántica ) resuena en ella y de qué información proyecta sobre el mundo y sobre los demás, de esta forma facilitamos un cambio estable y duradero ya que al cambiar la manera en que el cliente percibe e interpreta la conducta del otro, su sufrimiento disminuye o desaparece.

Cuando vivimos una situación dolorosa nuestro inconsciente guarda todos los detalles captados por nuestros sentidos en esa situación (un determinado olor, un sonido, una música, una temperatura concreta, todas las imágenes, palabras, voces…) al tiempo que experimentamos una emoción (miedo, ira, enfado, asco, tristeza, alegría). Toda esta información que captamos a través de nuestros sentidos va a diferentes áreas de nuestro cerebro emocional, a las estructuras más antiguas (tronco cerebral, cerebelo y sistema límbico) donde queda registrada, almacenada y “programada”. Todos los detalles de la situación conflictiva junto con la carga emocional con la que hemos vivido la experiencia (memoria o recuerdo emocional) quedan almacenados como una huella en nuestro tejido nervioso (engramas), de manera que en consulta podemos recorrer con nuestro cliente el proceso inverso que recorre la experiencia, es lo que se denomina “camino al inconsciente” y nos permite acceder a estados emocionales ocultos, reprimidos. Este viaje hacia el interior permite al cliente tomar conciencia, darse cuenta de qué necesidad biológica no ha sido satisfecha en la situación de impacto emocional. Para ello, partimos de una experiencia estresante y acompañamos a nuestro cliente en la toma de conciencia de los pensamientos, sentimientos y emoción asociados a esta experiencia, tomando como referente en todo momento las sensaciones corporales asociadas a la emoción. Desde aquí buscamos la expresión de la emoción oculta, aquella que el cliente no se ha permitido expresar en la situación de dificultad o de conflicto. Una vez que la persona libera la emoción oculta, está en condiciones de comprender su propio comportamiento y el del otro y de cambiar su percepción sobre la situación. Así mismo, está disponible para anclar nuevos recursos en su inconsciente que le permiten vivir la situación estresante de una manera adaptativa y saludable, sin la carga emocional que es lo que produce el sufrimiento.

“El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.”

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